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Corporate site“Viví en Shanghái de 2013 a 2014, en un edificio de 28 plantas. Desde la ventana de nuestro salón podíamos ver la construcción del último edificio más alto de Shanghái y el segundo más alto del mundo, Shanghai Tower (632 m). Justo al lado de nuestro edificio se encontraba un distrito que incluía unos antiguos edificios shikumen (literalmente, "puerta de piedra") de mediados del siglo XIX, reconstruido en estrechos callejones, y detrás de nuestra casa había otro barrio antiguo, que fue demolido durante el tiempo que vivimos allí. Así que, simplemente mirando por la ventana, podíamos ver la historia, el presente y el futuro de esta increíble ciudad.
Sin embargo, vivir en Shanghái también me abrió los ojos a numerosos problemas candentes relativos al desarrollo urbano. Al principio, la vista de edificios más altos, más inteligentes y con un aspecto futurista en el paisaje de la ciudad era fascinante. Tras el período inicial de sorpresa, comencé a ver las cosas sin "filtros rosa"’. Me di cuenta de que ninguno de los espectaculares desarrollos importa si no se lleva a cabo de una forma segura y fiable.
Por aquel entonces, mi hija tenía un año y la vida en Shanghái con un bebé puede ser bastante difícil. Debido a los altos niveles de contaminación, teníamos que permanecer en casa. El tráfico era caótico y, por ejemplo, cruzar la calle siempre era un reto, incluso cuando había un paso de cebra y el semáforo estaba en verde. Por otro lado, en ningún otro lugar del mundo he visto que la gente sea tan cariñosa con los niños y tenga siempre tiempo para ocuparse de ellos. Es una ciudad paradójica.”