Rostros de la urbanización

“Dejé mi casa en Madrid para viajar por Europa y decidí trabajar un tiempo en el norte de Francia en 2002. Sin embargo, no tardé en darme cuenta de que echaba de menos el sol. Así que un amigo me dijo "vente a Niza"', y le hice caso. Me encanta estar en la calle y Niza parecía un excelente lugar, con una perfecta ubicación entre el mar y las montañas y con un clima ideal.

He vivido en varios apartamentos distintos estos años, pero siempre me he alojado en el centro de la ciudad. ¡Me gusta estar donde pasa todo! Desde que llegué, ha habido una enorme inversión en la ciudad. Un nuevo tranvía, un parque en el centro de la ciudad y una amplia peatonalización de las calles han ayudado a que la ciudad respire.

Sin embargo, nos visitan muchos turistas y probablemente ese es el motivo por el que no hay un sólido sentimiento de comunidad. En Niza, todos piensan en sí mismos. Creo que los jubilados y los veraneantes tienen una mejor calidad de vida que las personas que viven y trabajan aquí. El aparcamiento, por ejemplo, es una pesadilla. Tengo suerte: mi trabajo como fisioterapeuta me permite tener un horario flexible y eso me deja mucho tiempo para la música, la fotografía y pasar tiempo con los amigos.

Nunca he pensado en pasar toda mi vida en Niza y sigo soñando en volver a viajar de nuevo. Sin embargo, he estado planificando mi partida durante años. A veces siento que Niza es como una tela de araña: una vez que vienes, nunca te vas. Incluso ahora, descubro lugares interesantes que no había visto antes: un bistró alejado de las rutas conocidas; una playa oculta por el puerto o un espectacular edificio de estilo Belle Epoque que me había pasado desapercibido.”